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Plástico: una historia de amor

by in General 03/07/2020

Esta historia comienza en una mesa de billar, allá por el año 1860, en medio de la guerra de secesión estadounidense; un entretenimiento que en esos tiempos se encontraba en todo su apogeo. Durante mas de dos siglos, los colmillos de elefante habían servido de materia prima para elaborar las bolas de billar; pero la guerra civil y el embargo económico que sufrían los estados sureños pusieron fin a su importación. En estas que a un conocido fabricante de bolas de billar (Phella and Collender) se le ocurre la idea de organizar un concurso para encontrar un sustituto al marfil. Un joven inventor (John Wesley Hyatt), que por cierto no ganó el concurso, descubrió por accidente el modo de producir nitrato de celulosa ó celuloide.  A pesar de tener unas posibilidades aún lejanas a las de los plásticos actuales, el celuloide encontró aplicación en la fabricación de multitud de productos: juguetes, artículos sanitarios y el soporte que permitió el nacimiento del cine.

El plástico, un material fantástico que durante mucho tiempo permitió corregir la distribución desigual y caprichosa de los recursos naturales, prometía una utopía material al alcance de todos. Un material barato, resistente, fácil de fabricar y muy democrático.

¿Qué fue lo qué pasó para que este romance que se inició con la invención del celuloide se tornara en una relación tan tóxica?

Como todo enamorado, la humanidad rebosaba optimismo en los inicios de esta relación y lo veía como una versión actualizada y mejorada de los recursos naturales. Aún en la década de los 40, el plástico simbolizaba el mundo multicolor del mañana; un mundo menos desigual y más justo. Los tiempos de prosperidad económica de la postguerra, unido a su bajo costo, propiciaron la aparición de un sinfín de productos que moldearon los gustos de una cada vez más numerosa y consumista clase media emergente.

Su elevada estabilidad, su omnipresencia y lo complejo de su reciclaje fueron argumentos que propiciaron el fin de este idilio. La fabricación desmesurada de artículos desechables, sobre todo los de un único uso, han provocado una alarmante presencia de plásticos en los océanos. Llegamos a un punto en el que el costo ambiental supera a la utilidad y necesidad que supuestamente satisfacen.

Para Susan Freinkel (Plástico, un idilio tóxico. 2012), el romance que la humanidad inició hace más de un siglo con los plásticos es una relación cada vez menos saludable, con un impacto a largo plazo que nunca llegamos a calibrar en su justa medida y sin una solución clara a futuro. Para recomponer esta relación tendremos que hacer cambios drásticos en nuestros hábitos de consumo, cada vez más orientados a satisfacer necesidades emocionales.

Indudablemente una historia de amor fascinante sin un final feliz, pero con detalles reveladores sobre el desmedido afán humano por poseer objetos. 

Aquel que desee profundizar en esta historia le recomiendo la lectura del libro de Susan Freinkel, Plástico – un idilio tóxico (Tusquets editores, 2012).

Ilustración de portada: Amor Plástico, acrílico sobre lienzo de Mercedes Lagunas

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